En 1940 Walt Disney sorprendió al mundo con su tercer largometraje: una película inspirada en grandes clásicos de la música, puestos en imágenes por sus dibujantes y guionistas.
Tanto el sonido envolvente como el color -en el año 40 casi todo el cine de Hollywood seguía siendo en blanco y negro- y la presentación novedosa de las obras clásicas, hicieron que para el espectador del momento la película fuera inolvidable.
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